Las lesiones deportivas son un contratiempo probable en cualquier actividad deportiva y, si bien el trabajo preventivo puede reducir su gravedad y frecuencia, su eventual aparición nos exigirá minimizar el periodo de inactividad y favorecer la recuperación completa y precoz. Uno de los momentos críticos en el plano físico, deportivo y psicológico es la fase final de recuperación en la que el deportista afronta la vuelta a la competición.
En este periodo el deportista ha superado la fase clínica y se adentra en un periodo donde el trabajo de reentrenamiento deberá conducir al deportista al rendimiento óptimo en competición. Esta situación es potencialmente estresante debido a la incertidumbre generada por las expectativas propias y de su entorno, las dudas respecto a su rendimiento y por el miedo a una nueva lesión o recaída.
Estudios que valoraron la respuesta a nivel emocional de deportistas lesionados (Crossman, 1995) registraron un mayor porcentaje de deportistas que refieren respuesta de miedo en la fase precompetitiva que durante el proceso de rehabilitación. En este momento el trabajo psicológico con el deportista adquiere una gran importancia para lograr que la recuperación física se acompañe de un adecuado estado psicológico del deportista.
La intervención psicológica se centra en varias actuaciones:
- Establecimiento de objetivos de realización progresivos: comenzando por fijar el objetivo a largo plazo que se convertirá en la meta final (jugar los play off, por ejemplo) y definición de objetivos a medio y corto plazo que una vez logrados favorecerán la ganancia en autoconfianza y motivación.
- Control de expectativas de rendimiento: que guarda relación con el adecuado establecimiento de objetivos. No obstante, puede ser necesario llevar a cabo otras intervenciones como la modificación de aquellas creencias que generen expectativas poco realistas. Esta actuación también tiene como diana las personas del entorno del deportista que deberán recibir información realista de las expectativas.
- En los deportes de equipo el deportista posiblemente tenga que adoptar un nuevo rol, el de suplente en vez de titular, por ejemplo. Por ello es prioritario trabajar la comprensión, aceptación y adaptación a su nuevo papel dentro del equipo.
- Incentivar el apoyo social al deportista a través de programas de intervención con el equipo médico y técnico (Palmi,2001), el entorno familiar y personal.
- Elaboración y ensayo de planes de actuación en los que se prevean las posibles dificultades y se anticipen soluciones para ellas. Con ello fortaleceremos la autoconfianza y generaremos percepción de control en el deportista.
- Control de respuestas emocionales, especialmente la ansiedad mediante técnicas de relajación, autoinstrucciones, detención del pensamiento.
- Desarrollar habilidades de afrontamiento ante el miedo a lesionarse mediante desensibilización sistemática, ensayo en imaginación, exposición o reestructuración cognitiva.
Es posible que determinados deportistas, más experimentados o dotados de habilidades de afrontamiento eficaces, sean capaces de llevar adelante el proceso de recuperación sin el apoyo psicológico descrito, pero no por ello debemos dar por supuesto que todos los deportistas poseen esas habilidades y se obvie la necesidad de implementar el trabajo psicológico en el proceso de recuperación.
Todas estas cuestiones nos llevan a considerar imprescindible que el equipo técnico y médico conozca la importancia de los factores psicológicos como claves en el proceso integral de recuperación de un deportista y se entienda la necesidad de incluir al psicólogo deportivo en este equipo multidisciplinar, logrando así la óptima reincorporación del deportista a la competición.
Crossman, J., Gluck, L. & Jamieson, J. (1995). The emotional responses of injured athletes. New Zeland Journal of Sports Medicine, 23, 1-2.
Palmi, J. (2001). Visión psicosocial en la intervención de la lesión deportiva. Cuadernos de Psicología del Deporte, 1(1), 69-79.